Desde 2003, el Día de Muertos ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad, lo que subraya su importancia a nivel cultural.
La tradición de las ofrendas permite recordar y celebrar a nuestros seres queridos que trascendieron, que regresan en espíritu para estar con nosotros una vez más, tal como lo hicieron en vida, lo que implica también a nuestras queridas mascotas. Al encender una vela o ponerles una ofrenda, revivimos esos momentos compartidos, llenos de amor y lealtad. Así, el lazo entre nosotros y nuestros queridos animales sigue vivo, recordándonos la esencia de la vida y la muerte, y la forma en que el amor trasciende el tiempo.
En la tradición prehispánica, los perros no solo fueron nuestros fieles amigos durante su existencia en la tierra, sino que también desempeñarán el papel de guías en el viaje eterno hacia el Mictlán. En el Día de Muertos, celebramos y honramos a estos leales compañeros que, en el más allá, nos acompañan al cruzar el río, siendo el xoloitzcuintle un símbolo especial de esta conexión.
Cada vez se va implementando más a la tradición el tomar en cuenta a nuestros compañeros de vida no humanos. La fecha para poner su ofrenda es el 27 de octubre, consistiendo en poner sus comidas o bebidas favoritas, juguetes o cualquier cosa que con la que se les recuerde, la foto para representarles y su veladora para ser la luz que los guíe en el camino de regreso a casa.
Por Alexander De la rosa.