Todo parecía perfecto luego de que la gallina Ginger y sus amigas lograron escapar de los humanos que las tenían cautivas en una granja en Inglaterra en la cinta «Pollitos en fuga», para ahora vivir de manera pacífica en una reserva isleña.
Pero nada es para siempre, ni siquiera los finales felices, y una nueva amenaza ha llegado a la vida de estas aves en la cinta «Pollitos en fuga: el origen de los nuggets», que desde este 15 de diciembre puede verse por la plataforma Netflix.
La historia arranca con la nueva vida de Ginger, quien junto al gallo Rocky tuvo una hija llamada Molly, con quien viven en completa armonía hasta que la pequeña Molly comienza a sentir curiosidad por el mundo exterior más allá de los límites de su isla.
Por esta razón, Molly queda atrapada en una fábrica en la que se elaboran nuggets y a donde están recluidas decenas de gallinas con el triste destino de convertirse en comida.
La película de Aardman, el estudio detrás de “Wallace & Gromit” y “La oveja Shaun”, es dirigida por el nominado al Oscar Sam Fell (“ParaNorman” y “Lo que el agua se llevó”) y, por supuesto, mantiene la esencia de dicho estudio utilizando la técnica de animación llamada claymation (plastimación), utilizando figuras hechas de material maleable como la plastilina o arcilla, cuyos movimientos son capturados fotograma a fotograma (stop motion).
Además de regalarnos otra entretenida historia sobre gallinas revolucionarias, el filme nos lleva a reflexionar sobre el destino de los animales que sólo «sirven» como comida para el humano, pues eso es precisamente lo que Ginger y sus amigos buscan evitar: ser convertidos en nuggets.
Filmada en Bristol, Reino Unido, donde la primera película de “Pollitos en fuga” (2000, disponible en Netflix) fue hecha, esta secuela tiene alrededor de mil 400 tomas en total, de las que únicamente 28 fueron hechas completamente por computadora. De todas esas tomas, la más larga es la panorámica de “Chicken island» (la isla de las gallinas), que es de 784 fotogramas.